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Dos en uno. O tres.

(Texto Narrativo)

Eran las 6 30 p.m. Sudaba a chorros. Creyó haberles perdido cuando dio la vuelta a la esquina, pero al detenerse contra la pared para descansar, escuchó los pasos que venían tras ella. Dos segundos más allí y estaría frita. Así que de nuevo comenzó a correr a más no poder. Ya ella no tenía nada de valor, sólo querían su vida.

Bajó tres cuadras más por la avenida, luego saltó el muro de piedra que daba a una casa nocturna de ancianos. El muro demoró a los dos hombres un poco más que a ella, pero no les dio mayores complicaciones. Ya adentro, ella no decidía si esconderse e intentar tener suerte, o seguir corriendo para huir. El problema con la segunda opción era que ya no lo restaban fuerzas para hacerlo. Entonces, dio la vuelta a la casa, y buscó un hueco entre las ramas y tallos verdes de las plantas. Varias hojas la dejaron envuelta en plena oscuridad. Ella sólo intentaba contener su respiración y no emitir ningún sonido.

Habría sido un perfecto escondite de no haber sido por la ligera lluvia que había caído una hora atrás: sus huellas se marcaron por el jardín. Los hombres se acercaron rápidamente siguiendo el rastro. Ella, arrinconada, no tuvo otra escapatoria y gritó pidiendo ayuda. Nadie parecía oírla y los hombres se acercaban rápidamente. Uno de ellos sacó un puñal, que levantó para atacar a la mujer. Justo cuando iba a dejarlo caer con todas sus fuerzas sobre el pecho de ella, una muy fuerte detonación de escopeta destrozó por completo la nuca del atacante e hirió levemente la oreja del que le acompañaba. Un anciano que salió tras oír todo el alboroto, cargó nuevamente la Remington 870 y la apuntó al hombre que se revolcaba en el suelo con el resto de su oreja sangrante. El nuevo disparo abrió un hoyo espeluznantemente enorme en el abdomen del segundo atacante.

Ella, casi paralizada por la escena, se levantó para conversar y agradecerle al viejo hombre. No estaba a dos metros, cuando el anciano, producto del impacto de los disparos, cayó acostado. Un ataque cardíaco le había quitado también la vida.

Simón Avilés A80728

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